Apenas se conoce una pequeña parte del total de especies de flora y fauna que habitan el país, y las identificadas ni siquiera están bien categorizadas en cuanto a su distribución, población y amenazas que enfrentan.
Por ello, desde principios de este año está en marcha el primer inventario a gran escala de la biodiversidad nacional. «Existen muchos a nivel local, pero no cubren grandes extensiones», comenta el investigador del Instituto Forestal Gerardo Vergara, encargado de diseñar e implementar el muestreo en el marco del proyecto de Sistema Integrado de Monitoreo de Ecosistemas Forestales Nativos de Chile (Simef). La iniciativa la promueven los ministerios de Agricultura y Medio Ambiente con financiamiento, por cuatro años, del Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF).
El trabajo se está haciendo en zonas de bosques y matorrales de áreas prioritarias de conservación y en la red de parques y reservas nacionales de Conaf.
«Este proyecto es un importante aporte al monitoreo de nuestra biodiversidad terrestre», destaca el ministro de Medio Ambiente, Marcelo Mena, quien resalta que las superficies que serán monitoreadas cubren cerca de un 30% de la superficie de Chile Continental. «Como ministerio estamos trabajando para monitorear todos nuestros ecosistemas», destaca.
El trabajo partió a principios de año en la zona del desierto de Atacama y altiplano.
Primero va al lugar el equipo de flora y luego el de fauna; cada uno permanece en el área durante un promedio de diez días y establece puntos de monitoreo cada 5 kilómetros.
«Es una tarea titánica, que requiere mucho esfuerzo por la magnitud de los objetivos», reconoce Carlos Zulueta, biólogo de la U. de la Serena y coordinador del grupo de fauna de vertebrados en los monitoreos de la zona norte.
«Nos tocó muestrear el parque nacional Llullaillaco entre marzo y mayo, y debimos enfrentar varios días de lluvia y nieve, por lo que fue difícil encontrar animales». Aun así, los resultados fueron interesantes. «Encontramos más especies de roedores que las que estaban descritas para la zona, también una importante diversidad de aves y de población de vicuñas y guanacos, ya que observamos grandes manadas».
También les llamó la atención la abundante población de aves rapaces, como aguiluchos, traros y cóndores. Probablemente esto está relacionado con la abundancia de roedores. Uno de ellos, el Eligmodontia puerulus , un ratón pequeño parecido a la rata canguro, no estaba registrado para la zona.
No pudieron ver al gato andino, pero sí a zorros y pumas. «Esto es como el censo, una fotografía del momento, si uno va a una casa y no encuentra gente, pasa de largo».
En el caso de los invertebrados, en la actual etapa su coordinador es Jaime Pizarro-Araya, también de la U. de La Serena. «Nunca habíamos hecho un muestreo en la zona porque es un lugar muy extremo, con algunas zonas a 4.500 metros de altura, pero justamente gracias a eso hemos hallado, como mínimo, 10 especies nuevas para Chile de artrópodos, incluyendo insectos y arañas, y es probable que sean más», relata. En algunos casos se dieron cuenta inmediatamente de su condición singular y en otros fue necesario comparar las muestras con otros ejemplares en el laboratorio.
Respecto de la importancia de los hallazgos, el profesional destaca que son parte de nuestro patrimonio genético, cultural, social y biológico. «Recién estamos conociendo lo que hay, no sabemos el efecto o función de ellos en el ecosistema, o si tienen alguna influencia zoonótica, medicoveterinaria o agrícola».
El grupo de fauna partió el jueves pasado a la zona litoral de Atacama, entre Paposo y Llanos de Challe, para una nueva fase de monitoreos.
Durante enero, otro grupo de investigadores dedicados a la flora realizó monitoreos en la zona de los canales. La información recopilada está en proceso de análisis.
Publicado en El Mercurio