Las proyecciones de los efectos del cambio climático de aquí a fin de siglo tienden a una generalización de los escenarios negativos, los que apuntan a una pérdida de la biodiversidad. Pero estudios más específicos en distintas áreas revelan que no todos los ecosistemas o especies experimentarán mermas, sino que habrá matices, y estos pueden ser relevantes a la hora de adoptar medidas a largo plazo.
Un ejemplo es la investigación llevada a cabo por los botánicos de la U. de Concepción Diego Alarcón y Lohengrin Cavieres, publicada recientemente por la revista científica online PLOS One. Los científicos modelaron el impacto futuro del cambio climático en 118 especies del bosque templado del sur de Chile, desde grandes árboles del género Nothofagus (como lenga, hualo, raulí, ñirre, ruil y coigüe), pasando por el canelo, la tepa y otras especies acompañantes, hasta llegar a los helechos y plantas parásitas.
“Normalmente, para hacer este tipo de evaluaciones se tomaban las especies dominantes y con base en ellas se extrapolaba el efecto a todo el resto, pero en este trabajo queda claro que no es así. Las especies reaccionan de forma independiente, explica Alarcón.
El análisis abarcó áreas protegidas por el Estado, zonas privadas de conservación y los llamados sitios prioritarios de conservación, áreas consideradas de interés ambiental, pero que carecen por ahora de protección.
Observaron que los mayores efectos negativos se presentarán en aquellas especies del bosque asociadas a la zona de clima mediterráneo, es decir la zona central. Un ejemplo es el roble maulino o hualo, una especie que hoy está subrepresentada en el sistema de áreas protegidas (su población no alcanza el mínimo que garantice su conservación) y que se verá afectada por la disminución de las lluvias y aumento de temperaturas.
Peor aún es el escenario para el ruil, un árbol en peligro de extinción que está declarado monumento natural. Dificulta que desaparezca por completo, pero muchas de sus poblaciones se van a ver mermadas o van a quedar solo árboles viejos, ya que las semillas no podrán germinar. “algunas de sus poblaciones están lamentablemente condenadas”, admite.
Entre los arbustos, el que podría tener más problemas es el tepú. “También podría disminuir en exceso”, dice Cavieres, quien fue profesor guía de Alarcón.
Más al sur no es tan notorio el efecto. Las especies presentes están bien representadas en los parques nacionales y el cambio climático significará que muchas de sus poblaciones se mantengan. “Incluso puede que se ganen más poblaciones de las que se pierdan, especialmente de Los Lagos al sur”, explica Alarcón.
Esto, porque si bien en algunas zonas la variación en el clima significará que ya no serán aptas para determinadas especies, en otras áreas en que ellas hoy no existen el aumento de temperatura y cambio en el régimen de lluvias podría favorecerles. Un ejemplo es el lingue, para el cual en el sur se prevén aumentos y en el norte, disminuciones. “El balance podría ser neutro o negativo, dependiendo de si se pierde más en la parte norte o se gana más en la parte sur”.
Y esto también ocurrirá con la altitud. Mientras en los sectores bajos probablemente muchas de las especies van a perder su hábitat, en las partes más altas puede haber mayores opciones para ellas porque la temperatura será más elevada que la actual.
¿Y cómo llegarán las plantas a las zonas donde no están? El estudio también investigó la capacidad de dispersión de las distintas especies a zonas nuevas donde podrían desarrollarse. “Cada especie tiene su propio mecanismo. Hay semillas de Nothofagus que tienen alas y pueden ser arrastradas por vientos fuertes y así avanzar en algunas zonas. Pero los que tienen el mecanismo más sencillo son los helechos porque se reproducen por esporas, que son muy fácilmente dispersadas por el viento y el agua”, cuenta.
Pero en algunos casos, aun cuando se dispersen, el sitio no les va a servir debido al cambio climático, reconoce Cavieres.
Protección
El estudio reconoce que no basta con el actual sistema de áreas protegidas para garantizar la protección de las especies amenazadas por el cambio climático. Es necesaria una visión más amplia que involucre las áreas protegidas privadas y también los sitios prioritarios de conservación, advierten los botánicos.