Proponer desde la bicicleta

Por Nicolás Smith. encargado Área Cambio Climático, SEREMI del Medio Ambiente Región de Aysén.

En la región de Aysén tenemos cerca de 45.000 autos y camionetas particulares, esto es casi un vehículo por cada 2 habitantes. ¿Se nota cierto? lo vemos a diario cuando circulamos por las calles nos encontramos con vehículos estacionados en todas partes, sobre todo en Coyhaique y Puerto Aysén, donde se ha conversado y propuesto alternativas de restricciones vehiculares en zonas céntricas. Sí, se nota, se evidencia fácilmente la sobre-abundancia de autos para tan pocas personas.

Nuestra tasa de motorización (vehículos/habitantes) está por debajo de países como Estados Unidos, un modelo en temas de producción y uso de vehículos privados. Dato nada de sorprendente. Lo que sí sorprende, es que nuestra tasa es también menor a Holanda o Dinamarca, paraísos terrenales del transporte público y uso de bicicletas. Sí ¡Ámsterdam y Copenhague tienen más vehículos por persona que Coyhaique, Cochrane o Chile Chico! Pero en las ciudades Europeas, hace más de 60 años comenzaron una profunda inversión y priorización de opciones de movilidad y transporte eficiente y seguro, enfocadas en peatones, trenes y bicicletas, dejando el uso del auto privado relegado a segundo plano, convirtiéndose en referentes a nivel mundial.

Hoy hablaremos de la bicicleta, no solamente como un “símbolo de progreso humano en la construcción de tolerancia, entendimiento y respeto mutuo, que facilita la inclusión social y cultura de paz” como señala la ONU al declarar el Día Mundial de la Bicicleta, conmemorado el pasado 3 de junio, sino también como una alternativa eficaz, eficiente y resiliente a las graves consecuencias que tenemos sobre el uso de nuestros recursos, y la crisis climática y ecológica, en la que nos involucramos a través el día Mundial del Medio Ambiente que se celebró el lunes 5 de junio.

El uso de la bicicleta de forma masiva en ciudades sí es y ha sido una estrategia social y ecológica, altamente atractiva en inversión social por sus múltiples beneficios: reducción directa en emisiones de gases de efecto invernadero y forzantes climáticos, reducción importante de la siniestralidad vial, reducción de inversión pública en construcción y mantención de caminos, aumento de salud pública y otros. El uso de bicicleta es también una estrategia de eficiencia energética, economía familiar, intermodalidad y seguridad pública, desde la accesibilidad universal, el enfoque de género, a la participación y autonomía de infantes, juventudes y adultos mayores en nuestras ciudades. Últimamente, el uso de la bicicleta es también una estrategia para reducir nuestra alta vulnerabilidad al cambio climático, en especial en nuestra región, reduciendo los riesgos de suministro de petróleo o energía eléctrica, adaptación a episodios de clima extremo y su simbiosis con soluciones basadas en la naturaleza para la infraestructura urbana y periurbana. El uso masivo de la bicicleta y la inversión en ella nos beneficia a todos/as, independiente de si la ocupamos o no.

Por eso existe una vinculación directa de la promoción del uso de la bicicleta como un elemento central en la planificación y gestión territorial y que influye en cómo nos organizamos en el día a día para convivir entre humanos y con la naturaleza. Sabemos que esta vinculación requiere de grandes compromisos como habitantes, desde las autoridades locales y regionales en su empuje, desde la lógica de inversión pública de nuestro espacio público y costo económico de cómo nos movemos.

Sabemos también que no podemos esperar a que todas nuestras calles cuenten con ciclovías para cambiar nuestro uso diario de autos. Debemos partir haciendo caso y respetar las leyes de tránsito que establecen el convivir de la calle, protegiendo a peatones y usuarios/as de ciclos. Debemos partir también demandando por más y mejores redes de cicloinfraestructura. Tampoco podemos esperar a solucionar inmediatamente los grandes problemas de contaminación atmosférica o problemas locales como perros vagos. Pero si podemos tomar acciones graduales y adaptarnos a esas condiciones enlazándonos con más acciones de descontaminación y tenencia responsable. Tampoco podemos solucionar la variada geografía y clima de nuestra región para salir en bici mañana ¿o sí?. Sólo veamos como varias ciudades en Noruega y Finlandia son referentes de uso de la bicicleta. Sólo veamos cómo los niños y niñas de Chile Chico, Cochrane, Aysén, Bahía Murta, Puerto Ibáñez realizan sus traslados en bicicleta.

La bicicleta como un eje de planificación urbana es posible y así lo demuestran diversos planes y estrategias que están avanzando desde las Municipalidades con el diseño de redes de ciclovías, desde el Ministerio de Transporte y Telecomunicaciones con el apoyo para su financiamiento, implementación y creación de planes de gestión de tránsito. También desde organismos privados como Corporación Ciudades con el trabajo de visión ciudad cicloamiga para Coyhaique, desde el turismo sustentable, desde las agrupaciones civiles y servicios de empresas privadas.

La bicicleta es en sí una alternativa al uso de vehículos particulares y así lo entendemos desde la elaboración de los primeros insumos de lo que será nuestro Plan de Acción Regional de Acción Regional de Cambio Climático (PARCC), en el que se incluyen las metas de corto plazo de contar con planes de movilidad e infraestructura peatonal, cicloinclusiva y ecológica (especialmente necesarias para Coyhaique); y medidas propuestas de lo que será el Plan de Descontaminación Atmosférica de Puerto Aysén en el que se dibuja una importante extensión y priorización de la red cicloinclusiva de la zona urbana.

Debemos seguir empujando nuestros esfuerzos de descontaminación, adaptación y acción climática. Sabemos que desde la bicicleta, en conjunto con mayor transporte público y peatonalización tenemos grandes oportunidades de hacerlo y con ello profundizar la inclusión y seguridad social y ambiental que tanto necesitamos.

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Publicado en Región de Aysén del General Carlos Ibañez del Campo.