María Isabel Manzur: la guardiana de la Ley para la Naturaleza

En la última década, esta experta en biodiversidad asistió ininterrumpidamente a casi todas las sesiones en que se discutió el proyecto que crea el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas. Esto le permitió incidir en esta iniciativa que viene a enfrentar la crisis de biodiversidad que afecta al país y también ser una testigo privilegiada de los cambios de la sociedad chilena que, según reflexiona, es cada vez más consciente de la crisis medioambiental.

Si la historia de la Ley para la Naturaleza –que a mediados de junio de este año se despachó del Congreso tras 13 años de tramitación- se pudiera encarnar en una persona, sería en la bióloga María Isabel Manzur.

Desde 2014, esta experta en biodiversidad participó de manera casi ininterrumpida en las sesiones en que se analizó la iniciativa que creó el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas y que el miércoles quedó lista para convertirse en ley tras ser despachada del Congreso. “Yo fui a casi todas las sesiones. A veces había marchas o manifestaciones camino al Congreso y por eso no podía llegar, pero cuando pasaba eso las veía en vivo o grabadas. Entonces, no me perdí ninguna sesión finalmente”, relata.

Así se convirtió en una de las guardianas de la Ley para la Naturaleza. No sólo seguía atenta su tramitación, sino también preparaba minutas, realizaba presentaciones y se reunía con asesores parlamentarios con el objetivo de incidir, como investigadora en biodiversidad y recursos genéticos de Chile Sustentable, en la redacción de este proyecto de ley al que le dedicó casi una década de su vida. “Cuando yo me involucro en algo soy muy sistemática y esto lo ameritaba porque es una ley muy necesaria», enfatiza.

Este rol le permitió a María Isabel ser una testigo privilegiada de una serie de cambios que han ocurrido en la última década. Uno de ellos: los efectos de la crisis ambiental en la pérdida de biodiversidad. “Los cambios en nuestra biodiversidad son muy latentes. De niña viajaba de noche y el parabrisas se llenaba de polillas. Ahora no se ven polillas porque su población se ha visto muy disminuida. Eso lo he notado en los últimos años de mi vida. Es muy lamentable que un país vaya perdiendo su riqueza natural”.

Del mismo modo también ha podido presenciar positivas transformaciones de la sociedad chilena. “En todos estos años, el Congreso también fue cambiando, volviéndose más llano y accesible a la ciudadanía”, reflexiona. También, reconoce, existe una mayor preocupación ciudadana por el medioambiente: “Existe mucha más conciencia hoy día y lo vemos cuando los niños les piden a sus papás que no boten basura en las calles y que cuiden a los animales y a las plantas”, agrega.

María Isabel también cuenta que acumula varias anécdotas de la historia de esta ley. “En la Comisión de Medio Ambiente del Senado se hicieron más de 1.200 indicaciones al proyecto. Llegaban las secretarias con los turros de papel y los transportaban con un carrito porque de otra manera no se podía. Yo también llegaba a las sesiones con mis turros de papel porque no se usaban tanto los celulares en esa época. El problema es que no tenía cómo leerlos”, recuerda, entre risas.

De todos estos años dice que atesora el ambiente de camaradería que se vivía con ministros, parlamentarios y con asesores pese a las diferencias políticas que podían surgir: “Ha sido muy reconfortante. Quiero reconocer el trabajo de la ministra Maisa Rojas y también de la exministra Carolina Schmidt que dieron su apoyo al proyecto y asistieron a todas las sesiones. Fue muy importante el compromiso del Ministerio del Medio Ambiente en esto”.

Consultada sobre qué siente que el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas esté listo para convertirse en ley, la bióloga responde: “Para mí este proyecto es como un legado. Dejar algo para las nuevas generaciones es una gran satisfacción para mí”. Y envía un mensaje a las futuras generaciones: “Cuiden el patrimonio natural y no dejen que sea destruido”, cierra.

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