Aunque su erupción sorprendió a los chilenos, el Calbuco es un viejo conocido de los volcanólogos. Junto con el Villarrica y el Llaima, forman la tríada de los volcanes más peligrosos de Chile por su actividad reciente y la cercanía a lugares poblados. Pero los especialistas llaman a mantener la calma, ya que los 30 kilómetros que separan al Calbuco de Puerto Montt y Puerto Varas son más que suficientes para que ambas ciudades estén fuera de peligro de los temidos flujos de material incandescente a gran velocidad, conocidos como flujos piroclásticos, que fueron los que sepultaron a Pompeya.
Además, la ocurrencia de estos flujos hoy -dicen- resulta improbable. Para eso se requeriría tener diez veces más material en suspensión que el que estamos presenciando ahora, explica el geólogo de la Universidad de Chile Francisco Gutiérrez. «En esos casos, la atmósfera no es capaz de levantar la carga de ceniza y material incandescente, y toda la columna cae de una sola vez», dice.
Material a 800°C
En esas condiciones, el material, que puede alcanzar temperaturas de hasta 800 grados Celsius, se dispersa en la superficie viajando a velocidades de varios cientos de kilómetros por hora.
Sin embargo, de acuerdo a la evidencia histórica, muy rara vez alcanzan distancias mayores a los 15 o 20 kilómetros. De hecho, el último caso de esta magnitud fue el volcán Toba, de Indonesia, pero entró en erupción hace 78 mil años.
En el caso del Calbuco, el radio de restricción no es azaroso, sino que justamente está basado en la distancia máxima que podrían alcanzar los flujos de material incandescente o rocas de mayor tamaño que son proyectadas por el volcán hacia el exterior y que pueden alcanzar varios kilómetros.
Como ha sido habitual, la nube de ceniza de la erupción se ha desplazado hacia el este, afectando localidades argentinas. La de menor tamaño y que viaja a más altura se estaba moviendo hacia el norte, y ayer por la tarde había alcanzado Concepción. Pero justamente como va a varios kilómetros sobre el suelo, se mantiene en suspensión y rara vez llega a la superficie.
Avalanchas de material
Lo que más preocupa son las avalanchas de material volcánico que bajan por las quebradas y cauces de río, llamados lahares, que podrían afectar a las localidades cercanas. Ensenada es la más expuesta a este tipo de flujos, explica la geóloga Moyra Gardeweg, gerenta general de la consultora Aurum y ex jefa del departamento de geología regional del Sernageomin. «En la erupción del Calbuco en 1961 bajaron hacia Ensenada, acarreando troncos completos». Su velocidad, en todo caso, es más baja que la de los flujos piroclásticos, ya que alcanza entre los 40 y los 100 kilómetros por hora, lo que da tiempo para avisar a la comunidad.
El Calbuco tiene un largo historial de erupciones, por eso no tiene una forma cónica, sino que está truncada. «Hace como 14 a 15 mil años se cayó todo un lado del volcán y dejó como una especie de anfiteatro abierto hacia el sector de Ensenada. Posteriormente, en la parte alta se han formado varios domos que han colapsado y explotado sucesivamente», explica.
Uno de los más recientes descabezamientos tuvo lugar en 1893. «Probablemente antes era como el Osorno. Con las sucesivas erupciones se ha ido deformando y luego formando nuevamente, pero nunca ha recuperado su altura original», cuenta el investigador del Centro de Geotermia de la Universidad Católica, Gerd Sielfeld.
Ayer el volcán siguió dando sorpresas. Por la tarde, el Sernageomin confirmó la formación de un nuevo cráter casi al lado del actual y que podría ser precursor de un nuevo ciclo eruptivo en las próximas horas, eventualmente más violento que los dos anteriores. Este podría traer un colapso de parte de la estructura superior, como ya ha ocurrido en oportunidades anteriores. De todas maneras, los efectos principales se seguirán concentrando en la misma zona.
Una erupción más fuerte podría ser gatillada por la presencia de agua en el interior del volcán, pero afortunadamente queda muy poca, asegura Sielfeld. «Justamente anduve por la zona hace dos semanas, y estaba sin nieve. Quedaba algo de hielo en el cráter, pero este ha sido un año muy seco, y el nivel de las napas subterráneas es muy bajo».
Lo que está claro es que el perfil del Calbuco cambiará. «Esto mismo ha pasado con otros volcanes del norte. Lo que pasa es que el fenómeno no lo ve en directo mucha gente, en cambio este volcán está rodeado de zonas urbanas», dice Moyra Gardeweg.
Para la especialista, no es que este año tengamos más erupciones volcánicas, sino que simplemente hay más gente que las está observando y existe una mayor disponibilidad de tecnologías que pueden registrarlas.
El escenario actual, por lo demás, es aún menor que el que le tocó presenciar a Charles Darwin en su visita al país en 1835, cuando el Osorno, el Calbuco y el Corcovado estaban en actividad al mismo tiempo.