Mucho se habla de las milenarias araucarias, esos imponentes árboles del sur con forma de paraguas y que en otoño entregan el preciado piñón, base de la alimentación de los pueblos originarios. Pero hasta ahora nadie había encontrado y comprobado científicamente que un individuo vivo tuviera más de mil años de edad.
Un grupo de científicos de EE.UU., Canadá y Chile hallaron la primera araucaria que sobrepasa el milenio y que se yergue firme en las inmediaciones de la laguna Captrén, en el Parque Nacional Conguillío de la Región de La Araucanía. Según las mediciones, tendría 1.021 años. La investigación aparece en la edición de enero de la revista Tree-Ring Research.
«Es un árbol icónico de la cultura chilena, pero además tiene importancia para la dendrocronología, ya que al determinar su edad podemos hacer una reconstrucción climática a partir de los anillos y así conocer cuánto ha variado el clima», dice la investigadora Isabella Aguilera, del Laboratorio de Dendrocronología y Estudios Ambientales del Instituto de Geografía de la U. Católica de Valparaíso.
Hace más de 50 años que se busca al ejemplar más longevo, pero las primeras muestras, en la década del 50, llegaban hasta los 800 años. Hay otros ejemplares que turísticamente se les atribuye más edad, pero que no han sido sometidos a estudios (ver recuadro).
Una expedición de ocho investigadores -con apoyo financiero de Fondecyt y del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia- se adentró en el Parque Nacional Conguillío para buscar ejemplares milenarios. «Al contrario de lo que se piensa, los de mayor edad no eran los de troncos más gruesos, sino altos y delgados», dice Aguilera.
Para estudiarlos se sacan dos muestras del árbol del grosor de una bombilla y del largo del radio del tronco. «Luego se lijan para apreciar los anillos que permiten datarlo. El agujero que deja la extracción se sella con miel de abeja y linaza para evitar infecciones. Al año, el agujero ya no se nota», dice la investigadora.
Ahora, en colaboración con la U. de Chile, Isabella Aguilera utilizará las muestras para determinar erupciones volcánicas, un estudio que publicarán este año. «Al analizar químicamente la muestra, nos dimos cuenta de que tras una erupción hay un aumento en las concentraciones de plomo, cobre y zinc. Además, al año después de la erupción se observa una disminución del crecimiento, y en los dos años siguientes aparece un aumento», dice.
Así, el estudio de estas -ahora sí- milenarias araucarias permitirá determinar con mayor exactitud la ocurrencia de erupciones volcánicas que por su antigüedad no han sido documentadas.
Publicada en El Mercurio