El tímido delfín chileno es un patrimonio nacional único

«Cuando comienzo una charla en un colegio siempre les pregunto a los niños si conocen a las toninas y responden con un seguro sí y luego les pregunto si hay delfines en Chile y responden que no. Eso es porque nadie piensa que son lo mismo», dice la bióloga marina de la U. Austral, Carla Christie.

Tonina es el nombre común que se les da a los distintos delfines que viven en Chile, precisa. «Depende de dónde uno esté. En Chiloé le dicen tonina al delfín chileno; en Punta Arenas, al delfín austral y en Coquimbo a los nariz de botella. Se les nombra así porque se piensa que en Chile no hay delfines y que son propios de aguas frías y transparentes». Pero lo cierto es que aquí vive más de una docena de especies.

Su favorito es el delfín chileno (Cephalorhynchus eutropia ), que habita las aguas que van desde Valparaíso hasta el estrecho de Magallanes y al que dedica un libro que acaba de publicar con el sello de ediciones de la Universidad Austral.

Prácticamente todos los veranos, desde que ingresó a esa institución como estudiante de Biología, Christie ha participado en investigaciones relacionadas con esta especie, primero con una bióloga belga en el estrecho de Magallanes y luego con una experta alemana en Chiloé.

Arriba de los Zodiac que empleaban para monitorearlos aprendió que el delfín chileno, de cuerpo corto y rechoncho, de color grisáceo y vientre blanco, presenta diferencias morfológicas que lo distinguen de otros delfines.

La primera es el tamaño, ya que mientras el conocido nariz de botella (la estrella de los delfinarios) alcanza los 2,5 metros de longitud, el chileno no pasa de 1,60 metros. Otro rasgo distintivo son sus aletas: la mayoría de los delfines las tienen con forma de medialuna, en cambio las del delfín chileno son redondeadas. «Le digo a los niños que son como las orejas del ratón Mickey», describe.

Aunque se trata de un animal tímido, no es necesario internarse mar adentro para verlo. Se trata de una especie que se desplaza por la costa, por lo que en ocasiones ni siquiera se necesita un bote. Christie asegura haberlo observado desde las costaneras de Ancud y Puerto Montt, y también bordeando la playa de Niebla.

En cuanto a su distribución, se extiende desde Valparaíso al estrecho de Magallanes, pero en forma segmentada y los mejores lugares para verlo son Chiloé y Constitución.

Hasta el año 2013 se consideraba a esta especie como los únicos cetáceos endémicos de nuestro país, ya que jamás se había observado en la costa atlántica. Pero esa creencia fue derribada con el hallazgo de una pequeña población en las aguas de Puerto Deseado, en Argentina.

Para Christie se trata de una excepción. «ya que la realidad es que se trata de un animal 99,9% chileno y por eso sigue siendo especial e incluso debería aparecer en billetes o monedas, como ocurre en otros países».

Este mamífero marino estuvo en alto riesgo durante la década de los 70 porque los pescadores empleaban su carne como carnada para las centollas, lo que implicaba que los sacrificaban. Afortunadamente, tras los reclamos de científicos y ecologistas, esa práctica se prohibió.

Respecto de si el delfín chileno es tan inteligente como las otras especies, Christie reconoce que no se han hecho estudios. «Todos los delfines tienen un nivel de inteligencia que sorprende porque poseen un cerebro grande y rugoso, pero cuando demuestran más su potencial es en experimentos en cautiverio. Prefiero estudiarlos en su forma más natural, no con tanta intervención, porque me interesa más saber cuál es su número total y así saber si están disminuyendo o aumentando; si se van a extinguir porque hay pocos o si tienen algún peligro de conservación»

Publicado en El Mercurio

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