Una de las especies forestales que más ha disminuido en las últimas cuatro décadas es el ruil ( Nothofagus alessandrii ). Este árbol es de la misma familia que el roble y además es su representante más primitivo que todavía sobrevive, lo que de por sí resulta de gran importancia para los biólogos.
Crece únicamente en Chile, pero solo en la cordillera costera de la Región del Maule, donde además vive asociado con diversas especies de flora y fauna, para algunas de las cuales sirve como refugio o lugar de anidación.
Pese a su valor natural, su superficie ha ido decayendo en forma dramática debido al cambio de uso de suelo y la expansión de las plantaciones forestales. Es así como en 1981 cubría 824,8 hectáreas, las que diez años después solo alcanzaban a 352. Se trata de una disminución de 8,15 hectáreas por año, de las más altas a nivel mundial, según un estudio publicado en 1997 por la U. de Chile. La señal de alarma dada por esa investigación llevó a que la especie fuera declarada Monumento Natural. Actualmente, figura en la categoría de protección En Peligro, por lo que su tala está prohibida.
Sin embargo, tales medidas no han detenido por completo la merma: en 2012 su superficie llegaba a 314 hectáreas, según un estudio de la U. de Talca. De estas solo están protegidas 46, que dan forma a la Reserva Nacional Los Ruiles del Sistema Nacional de Áreas Protegidas, que administra la Corporación Nacional Forestal, Conaf, desde 1982.
A este delicado escenario se sumó la ola de incendios del último verano.
Últimos representantes
«El fuego dañó al menos el 50% de esa superficie remanente. Eso no quiere decir que hayan sido destruidos. Algunos quizá murieron, pero otros podrían recuperarse. No sabemos cuántos podrán conseguirlo», admite el ingeniero forestal de la U. de Concepción (UdeC) Cristian Echeverría, miembro del plan de Recuperación, Conservación y Gestión del Ruil (Recoge), creado por el Ministerio de Medio Ambiente para proteger a la especie.
Ante este escenario, la Conaf intenta resguardar a los últimos representantes sanos de la especie. Con ese objetivo, la institución llegó a un acuerdo con el Ministerio de Bienes Nacionales para que este transfiera a la corporación un predio de 41 hectáreas que se integrará a la Reserva Nacional, de la cual es colindante.
«Vamos alcanzar las 87 hectáreas bajo la figura de Reserva Nacional, lo que significa un aumento cercano al ciento por ciento», destaca Fernando Aizman, gerente de Áreas Silvestres Protegidas de Conaf. Esta superficie que se agrega a la reserva contiene remanentes que no fueron afectados por los incendios de la última temporada. Además, explica Aizman, favorecerá a especies de fauna que ya viven en el área (ver recuadro).
Para el botánico Lonhegrin Cavieres, investigador de la UdeC y del Instituto de Ecología y Biodiversidad, es una muy buena noticia. «Todo lo que se sume a una distribución tan paupérrima como la del ruil es fantástico porque va a permitir que mantengamos sus poblaciones y acerbo genético».
Según Echeverría, «si aumenta la protección es un punto a favor para disminuir el riesgo de extinción, pero no evita que ese ecosistema sea vulnerable a eventos extremos como incendios o sequías, que no se pueden controlar».
Con los últimos incendios, advierte, la especie está a punto de quedar en peligro crítico, es decir, sus poblaciones remanentes serían tan bajas que no garantizarían su sobrevivencia, por lo que se requiere de una restauración de las superficies afectadas.
En Conaf también están en proceso de conversación con privados que poseen ruiles en sus terrenos y que están dispuestos a protegerlos mediante el mecanismo legal del derecho real de conservación, que permite a un particular conservar por voluntad el patrimonio ambiental de un predio.
Si logran acuerdos, el porcentaje de protección ampliado podría duplicarse, espera Aizman.
Publicado en El Mercurio