No se sabe con certeza si los santiaguinos de 2026 lograrán ver la cordillera durante el invierno. Hoy la mejor postal de Santiago, eclipsada por la nube de esmog que permanece entre mayo y septiembre, recuerda que la cuenca descansa bajo episodios constantes de contaminación. Son días que, casi en silencio, cobran la vida a 1.600 personas en la capital cada año y generan cerca de 1.700 hospitalizaciones.
Esta magnitud del problema llevó a decretar a Santiago como zona saturada por material particulado fino (MP 2,5), el tipo de contaminante más peligroso.
El recién anunciado plan de descontaminación busca acabar con la saturación de Santiago en una década, con medidas como la prohibición total de la leña, el aumento de los umbrales y nuevas exigencias de emisión a las industrias y la controvertida restricción vehicular para más de un millón de catalíticos fabricados antes de septiembre de 2011.
El propósito que se fijaron las autoridades es ambicioso: reducir de las 5.588 toneladas de MP 2,5 (2014) a 1.833 toneladas en 2026, lo que busca pasar de 51 episodios críticos de esmog (registrados en 2015) a solo cinco en 2026.
«Esto implica disminuir la concentración de este material particulado de los actuales 32 microgramos por metro cúbico a 20 microgramos por metro cúbico (ug/m {+3} ), una reducción que nos permitirá cumplir la norma anual para este contaminante y generar un cambio sustantivo en la calidad de vida de los santiaguinos», afirma el ministro de Medio Ambiente, Pablo Badenier.
No obstante, considerando que el cumplimiento de las medidas descansa en cambios culturales como la modificación de formas de calefacción para grupos vulnerables o de alto poder adquisitivo que utiliza salamandras, o también en planes de fiscalización complejos de concretar, los expertos plantean dudas en que se consiga llegar a un 2026 dentro de la norma máxima de emisiones de MP 2,5 (20 ug/m {+3} ).
«El problema es que la ciudad ya se ha limpiado y quedan las medidas más caras y complejas de implementar. Una prohibición total de leña es muy difícil de fiscalizar o garantizar la eficiencia energética en buses que van a tener que ser mantenidos de mejor forma. Pero de todas formas, con cambios como una revisión técnica más estricta y la salida de autos contaminantes, se notará un cambio importante», afirma el especialista en contaminación atmosférica de la UC, Héctor Jorquera.
Las medidas también permiten anticipar cambios culturales en torno a la forma de vivir en Santiago. A juicio de Gianni López, director del centro Mario Molina (institución del Premio Nobel mexicano que elaboró la propuesta técnica del plan), el plan generará nuevos patrones de movilidad.
«Indudablemente, la flota de vehículos particulares va a seguir creciendo. Es no cambia, pero se acrecentarán ciertos fenómenos como los servicios de Uber. También en el mediano plazo las tecnologías como la electricidad en el transporte van a ser más maduras y competitivas, particularmente en transporte público. Va a haber una progresiva reducción de combustibles fósiles y va a desaparecer el carbón», anticipa.
Por otra parte, el subsecretario de Transportes, Cristián Bowen, asevera que los cambios irán acompañados con medidas de movilidad que priorizan el transporte público y otras que fomentan el uso de la bicicleta a partir de la construcción de 300 kilómetros de ciclovías y tres mil estacionamientos públicos para bicicletas.
«En el caso de Santiago, por ejemplo, se reduce el espacio para vehículos y se refuerzan otros modos como la bicicleta, que va a crecer en un nuevo contexto de ciudad».
Este cambio, sumado a las mejoras que se propician para el transporte público, podrían incidir en mitigar la fuga de usuarios al transporte privado, que reveló la última encuesta origen destino de 2012.
Publicado en El Mercurio