Jaguares, guacamayos y delfines de rosados o de río se han visto beneficiados con los avances geneticos.
En un número especial, el Journal of Heredity publicado hoy, da cuenta de tres casos que son ejemplo de cómo la ciencia también ayuda a la conservación de animales.
El primero de ellos, muestra cómo los códigos de barra genéticos lograron identificar un caso de tráfico animal. En un aeropuerto de Brasil se descubrió a una persona con 58 huevos de ave. Esta insistía en que eran de codorniz, pero como las autoridades dudaron de su historia, impidieron su viaje. Los huevos requisados nunca eclosionaron por lo que era imposible saber a qué tipo de aves pertenecía. Un grupo de científicos decidió practicar pruebas genéticas a estos huevos, logrando identificarlos:57 huevos eran de loro y uno de búho.
«Con estos datos, la policía pudo elaborar un escenario más preciso de tráfico ilegal de fauna», explicó Cristina Miyaki, co-autora de este estudio. «Este tipo de análisis podría ser adoptado por las autoridades para detectar otras especies afectadas por el tráfico, o para controlar las importaciones y exportaciones, y también para monitorizar la dispersión de especies invasoras», insistió.
Otro artículo describe la ausencia de estructura poblacional en los jaguares del Pantanal brasileño, el humedal tropical más grande del mundo. Los investigadores tomaron muestras de sangre para caracterizar la diversidad genética y estructura poblacional de 52 jaguares de cuatro localidades del Pantanal. Los resultados mostraron un nivel alto de diversidad genética entre individuos de una sola población, lo que evidenció su buen estado de salud. Otras muestras tomadas en la Mata Atlántica, un ecosistema de 4.000 km2 cercano a la costa atlántica de Brasil, indicaron una situación diferente: los jaguares de esa zona tenían un hábitat fragmentado, por lo que estaban divididos en varias subpoblaciones, una de las cuales ya estaba extinta.
«Los resultados del Pantanal sirven como una línea de base para su comparación con los jaguares de la Mata Atlántica, e indican que a la escala espacial que las estudiamos, las poblaciones de jaguares normalmente muestran conectividad genética», señaló Eduardo Eizirik, coautor del estudio. «Estos resultados demuestran la necesidad de un manejo activo de esta especie y proveen una referencia que indica cual es la estructura poblacional natural», indicó.
Otro informe, se enfocó en la resolución de un fraude en el mercado de pescados y la amenaza que representa el comercio para los delfines rosados de la Amazonía.
Esta especie es comúnmente utilizada como carnada para la pesca de una especie de bagre conocido como «piracatinga» (bagre Calophysus macropterus). Aunque las personas consideran que su aspecto es repugnante y por lo mismo prefieren no consumirlo, ocurrió que en 2008 comenzó ofrecerse en los mercados un nuevo tipo de pescado bautizado como «douradinha».
Los autores del estudio sospecharon que esta douradinha era en realidad piracatinga y le habían cambiado el nombre para engañar al público y así evitar exponer sus prácticas de pesca que no solo incluyen la muerte de delfines, también caimanes usados como carnada.
Se recolectaron 62 muestras de douradina de supermercados y pescaderías, y con secuenciación genética se determinó a qué especie correspondían. Más del 60% de las muestras etiquetadas como douradinha eran piracatinga, el restos eran de otras especies de pescado de menor valor. Además, se secuenció el contenido estomacal de dos peces enteros y se confirmó la presencia de delfin de río. Gracias a este estudio, la pesca de piracatinga está en veda permanente.
«Nuestro trabajo fue fundamental en apoyar la iniciativa que resultó en la veda de douradinha. No solo mostramos que se emplearon delfines como cebo, sino también que cambiar el nombre de douradinha a un nombre nuevo ficticio no funcionará para irrespetar la veda. Esta técnica puede siempre revelar la identidad real del pescado en venta», dijo Antonio Solé-Cava uno de los co-autores del estudio.
Desde hace cuarenta años que el uso de las técnicas genéticas están apoyando la conservación y restauración de la diversidad biológica, pero en el último tiempo, la nueva tecnología ha permitido que la ayuda, sea más evidente y ayude también a la solución del problema y no solo al diagnóstico. Diez años atrás, se estableció la Red de Genética para la Conservación (ReGeneC), iniciativa que enseña técnicas y aplicaciones de la genética para la conservación a estudiantes e investigadores latinoamericanos.