Ante el impacto del cambio climático, la llamada sexta gran extinción de especies en el planeta podría comenzar hacia 2100, aseguró esta semana el geofísico Daniel Rothman, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en EE.UU.
Para prevenir este temido escenario, los científicos ya están pensando en el desarrollo de algo parecido a un arca de Noé, pero de laboratorio, con el fin de preservar el material biológico de especies amenazadas.
En Chile, el proyecto más ambicioso es impulsado por la empresa privada Cryobaz, en conjunto con la U. de Concepción y el Zoológico Nacional.
«Nuestra propuesta es crear una red nacional de bancos de recursos zoogenéticos con el fin de conservar las muestras; no solo en un sitio, sino en varios, con el fin de que si se pierde una de ellas exista al menos otra de respaldo», cuenta el ingeniero ambiental Cristián Rivera, director de la empresa Cryobaz.
Replicar muestras
El banco maestro de las colecciones está en la Universidad de Concepción, que viene recopilando desde hace 10 años este tipo de material genético y ya cuenta con tejidos de huemul, zorro chilote, güiña, comadrejita trompuda, chinchilla, picaflor, pudú y llaca, que se conservan en un depósito de nitrógeno líquido a -197 grados centígrados.
No obstante, la recolección se había detenido por falta de fondos. Con estos nuevos socios, en estos momentos están en el proceso de replicar esas muestras, las que serán destinadas a otros dos depósitos de nitrógeno localizados en los laboratorios de Cryobaz, en Las Condes, y en el recinto del Parque Metropolitano.
Ahora la idea es recopilar material del mayor número de especies posible. Ya partieron con muestras de sangre de un cóndor que rescató la U. de Concepción cerca de Chillán, que también está en proceso de replicación.
Mientras el material que se conservará en la universidad penquista y en Cryobaz se mantendrá intocado con miras a su eventual uso en el largo plazo, el que se guardará en el zoológico estará disponible para la comunidad científica, explica Claudio Rivera, director de procesos del proyecto.
«Nos asociamos con ellos porque muchos animales silvestres que están en cautiverio tienen una diversidad genética que puede ser muy importante para la conservación futura», reconoce Mauricio Fabry, veterinario y director del Parque Metropolitano, donde funciona el Zoológico Nacional. Y agrega que este último fue pionero en este tipo de iniciativas al mantener por largo tiempo un banco de germoplasma de pudú.
A su juicio, a futuro el material podría servir para proyectos de conservación que contemplen técnicas de fertilización in vitro o inseminación artificial. «Sería como un arca de Noé del siglo XXI, porque así se puede salvaguardar material genético con el que la tecnología del futuro permitirá hacer cosas insospechadas».
Coincide el biólogo de la U. Católica Francisco Bozinovic: «Si se hace bien y no hay riesgo de que el material salga del país irregularmente, este tipo de iniciativas son buenas tanto desde el punto de vista de la ciencia básica como aplicada».
Con el material guardado, dice, se pueden generar estudios o líneas de investigación en el futuro que hoy ni siquiera se nos ocurren porque no están las tecnologías para hacerlo.
Y cita el ejemplo de un investigador australiano que logró replicar la hemoglobina del mamut y estudiar sus propiedades usando los tejidos de elefantes actuales.
Publicada en El Mercurio