En el mundo se producen 41,8 millones de toneladas de basura electrónica al año, como celulares, ampolletas, monitores, hornos microondas y hasta enormes refrigeradores. En 2018 esa cifra llegará a los 50 millones señala un informe de la Universidad de las Naciones Unidas.
El problema se acrecienta cada vez más: en 2010 se producían 33,8 millones de este tipo de desechos; es decir, 8 millones de toneladas menos que las cifras actuales. Esto se refleja que en promedio cada habitante ha incrementado casi en un kilo su producción de basura electrónica, pasando de 5 kilos a 5,9 kilos per cápita.
En ese sentido, Chile es el país que más produce este tipo de desechos en Sudamérica (ver infograña). Aquí, cada habitante produce 9,9 kilos por año, más del doble de lo que produce Bolivia (4 kilos per cápita), Ecuador (4,6), Paraguay (4,9) y Perú (4,7). Solo se le acerca Uruguay con 9,5 kilos per cápita. En el mundo, Noruega encabeza la lista con 28,3 kilos per cápita.
El huevo o la gallina
Según Ruediger Kuehr, uno de los autores del informe, este incremento mundial en la cantidad de basura electrónica se explica por el acortamiento de la vida útil de los electrodomésticos y un diseño que imposibilita su reparación. Según Kuehr, es un problema del tipo «qué es primero: el huevo o la gallina», ya que las empresas están interesadas en productos que duren poco y «los consumidores están interesados en comprar aparatos baratos, que no se pueden reparar».
Concuerda con esta opinión el ministro del Medio Ambiente, Pablo Badenier: «Hoy prima la cultura de lo desechable, y muy rara vez estos aparatos se mandan a reparar. Los equipos se van renovando más rápidamente a medida que la tecnología cambia, lo que se traduce en una mayor generación de residuos electrónicos», dice.
En Chile, dice el ministro, se han realizado estudios sobre el destino de los residuos electrónicos.
«Son tres sus destinos principales: el 5,6% va a recuperación social; el 11,6% va a desamblaje y exportación de material valorizable, y el 2,3% va a rellenos de seguridad». El 81,5% tiene, en tanto, un destino desconocido.»El manejo inadecuado de estos residuos representa un riesgo para la salud y el medio ambiente», aclara.
En ese sentido, Chile ya prepara una legislación que enfrente el problema. Se trata de la «Ley de Fomento del Reciclaje y Responsabilidad Extendida del Productor», que ya fue aprobada por la Cámara de Diputados y entró a su segundo trámite legislativo en el Senado. Ayer el Gobierno decidió apurar el proyecto poniéndole «suma urgencia».
La futura ley establece el principio de que «el que contamina paga».»Su objetivo es formalizar el reciclaje como una industria y considera que el fabricante o importador de nueve productos prioritarios —entre ellos los aparatos electrónicos— debe hacerse cargo del destino final de los residuos que genera, y valorizarlos», dice el ministro Badenier.
La autoridad señala que en el marco de esta nueva ley se instalarán puntos de recolección formales por parte de los productores, fabricantes e importadores, «en muchos casos con una estrecha coordinación con los municipios y centros comerciales. Esto permitirá, además, tener un mejor manejo de los residuos peligrosos —como pilas y baterías—, y un mayor nivel de recuperación y valorización de estos residuos».
El Gobierno puso «suma urgencia» a la ley que incentiva el reciclaje de aparatos electrónicos y obliga a que el productor se haga cargo de la gestión del residuo.