Más de ocho años lleva el zoólogo Juan Carlos Ortiz trabajando con ranitas de Darwin en su laboratorio de la Universidad de Concepción. Gracias a esta crianza en cautiverio, en una especie de terrario, ha logrado comprobar que lejos de los cinco años que se creía que vivían, estos anfibios son capaces de alcanzar el doble de edad. Incluso, como algunos ejemplares con los que empezó su investigación ya tenían cinco años, su apuesta es que fácil podrían vivir entre 15 y 20 años.
Para su proyecto, que ya suma más de 120 reproducciones exitosas, ha contado con fondos del Zoológico de Leipzig y de Forestal Arauco, los que alcanzan unos 15 mil euros al año.
La población de este animal ha sido diezmada por la sustitución del bosque nativo con plantaciones y también por su exportación como mascota durante finales de la década de los 80 y comienzos de los 90, debido a una lectura al pie de la letra de la Ley de Caza. La de esos tiempos prohibía cazar una lista de mamíferos y aves, pero no decía nada respecto de los anfibios y reptiles, «por lo que, por defecto, estaba permitido», dice Ortiz. En un momento se llegó a la captura de 600 mil ejemplares al año, incluyendo la ranita de Darwin.
Esto afectó incluso las poblaciones del Parque Nacional Nahuelbuta, en el límite de las regiones del Biobío y La Araucanía. «Se sabía que dentro de él había una población importante, por lo que los recolectores iban y sacaban lo máximo que podían. De hecho, cuando lo visitamos a mediados de los 90, no encontramos la ranita por ninguna parte». Desde entonces, la recuperación ha sido muy lenta.
Fuera del Parque Nacional, en el área de la cordillera de Nahuelbuta, también hay poblaciones, pero como el área ha sido muy intervenida y quedan muy pocos remanentes de bosque nativo, es difícil cuantificarlas.
«En un proyecto que tuvimos con Forestal Arauco para saber qué anfibios había en sus predios, encontramos algunos lugares con poblaciones, pero no son muy grandes».
Lo confirma Raúl Briones, jefe del programa de conservación de Forestal Arauco, quien dice que en cinco poblaciones distintas a lo más han observado siete u ocho individuos.
«Si esa área se viera afectada por algún impacto ambiental desaparecían todas a la vez», advierte Ortiz.
Por eso, su apuesta es reintroducir algunos ejemplares a partir de la población que ha ido criando en cautiverio. Y cree que el mejor lugar sería el Parque Nacional Nahuelbuta, ya que ahí contarían con una protección asegurada.
Pero no será una tarea sencilla. «Nos falta todavía tener un mayor número y además debemos elaborar información que nos pidió el SAG».
Eso implica que deberán hacer una serie de investigaciones para responder a preguntas como si la desaparición de las ranitas del parque se debió al tráfico o a otro factor, a cuánta población podría soportar el área de reintroducción y cuántos adultos, juveniles e infantiles se pretende llevar.
Su apuesta es que si todo va bien, la reintroducción podría materializarse en dos o tres años.
Briones cuenta que han tenido conversaciones preliminares breves con Conaf, que administra el Parque Nacional Nahuelbuta, respecto del plan de reintroducción, pero no hay una propuesta oficial. «Primero queremos tener todos los permisos».
En Conaf hay cautela respecto de la idea. Basilio Guiñez, jefe de la sección conservación y biodiversidad en la Región de La Araucanía, enfatiza que cualquier reintroducción está condicionada a demostrar primero que las parejas empleadas presenten un material genético equivalente al de la población histórica del parque, ya que se corre el riesgo de que si se trata de ranas de otro lugar, se puede producir una pérdida de la diversidad genética al cruzarse con los pocos ejemplares del parque.
Otro aspecto complejo, dice, es saber si las ranas que se pretende reintroducir están libres de algún patógeno que no está presente en el lugar.
Publicada en El Mercurio