Los secretos del chucao y otras aves del bosque templado lluvioso del sur de Chile

A primera vista parece no haber mucha diferencia entre los bosques templados de Alaska y los del sur de Chile. El paisaje es muy parecido pero al dar una mirada más profunda se acaban las semejanzas dice la omitóloga estadounidense Mary Willson. «El clima y la fauna son similares, pero la fauna y flora son muy diferentes», asegura esta investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y una de las creadoras de la Fundación Senda Darwin.

Mary Willson (nacida en 1938) es originaria del sudeste de Alaska, pero en las largas temporadas que ha pasado en sus tierras de Chiloé, especialmente en los últimos 15 años se ha dedicado, junto con su equipo de alumnos, a estudiar las aves del bosque y acaba de plasmar su trabajo en un libro.

«Ellas merecen ser estudiadas porque son un símbolo del bosque temperado sudamericano no se les encuentra en ningún otro lugar. Además, son encantadoras, nunca antes habían sido estudiadas y hoy están amenazadas por la pérdida de su hábitat».

Esto, dice, podría ponerlas en peligro de extinción.

Su favorito es el chucao (Scelorchilus rubecula), que pertenece a la familia de las rinocríptidas (que en latín significa membrana cubierta, debido a membranas que ocultan las aberturas nasales).

Esta familia de aves tiene representación desde Costa Rica y el Cabo de Hornos y también es conocida por su nombre común de tapaculo. Cuatro especies viven en la zona sur: el churrín grande (Eugralla paradoxa), el huet huet del sur (Pteroptochos turnii), el churrín del sur (Scytalopus magellanicus) y el ya mencionado chucao (Scelorchilus rubecula).

Cuando Darwin reco rrió Chile, en tre 1834 y1835, tuvo un encuentro cercano con los chucaos en Chiloé. En ese entonces describió que se encontraban en los lugares más sombríos y apartados del bosque. En su diario narra que «debido a sus extrañas y variadas vocalizaciones son supersticiosamente temidos por los chilotes». Es así que mientras una vocalización era interpretada como buen presagio, ota era vista como algo desfavorable.

Mary Willson tiene otra versión: «Si se escucha al chucao cantar a la izquierda, significa que la mala suerte caerá sobre ti, por lo que debes volver sobre tus pasos.

Pero si lo escucha a la derecha, es un augurio de buena suerte».

Fácil de ver Más allá del mito, el chucao es un ave relativamente fácil de ver en los bosques chilotes, dice el ecólogo Juan Armesto, ecólogo investigador del IEB y coautor de la publicación. «Si uno se queda quieto, se aproximan muy cerca porque ellos casi no vuelan, sino que caminan y saltan entre las ramas».

No solo es curiosidad. Los pasos de los caminantes remueven las hojas y exponen los insectos y otros invertebrados que les sirven de alimento.

Aunque el libro lleva el nombre de esta ave, la publicación también ilustra sobre el comportamiento de otras especies, como el carpintero negro, el rayadito, el aguilucho chico, el fíofío, el picaflor chico, el zorzal, la cachaña y el choroy.

La mayoría son aves que no solo nidifican en las copas de los árboles, sino también en cavidades, e incluso en el suelo, algo que no se ve en Alaska, dice Willson. Es por esto que su hábitat está estrechamente condicionado por la existencia del bosque. Además, son parte de una cadena alimenticia que incluye a depredadores como el monito del monte (le gustan sus huevos), la güiña, el zorro y el chuncho.

Otra diferencia marcada con las aves de Norteamérica es que ponen menos huevos. Mientras allá son comunes las nidadas de cuatro a cinco huevos, en el bosque templado lluvioso chileno lo más común son de dos a tres.

Las razones se debaten, pero una posibilidad es que como la mayoría no migra largas distancias, tiende a tener una mayor sobrevivencia adulta y una vida más longeva y, por ende, menos necesidad de poner gran cantidad de huevos para garantizar una descendencia rápida.

A Armesto le preocupa la construcción de la carretera que conducirá al puente de Chacao. Teme que toda esta biodiversidad quede aislada en ambos lados de la vía, por lo que espera que se construyan túneles que permitan el tránsito de los animales, como en otros países.

Sin diferencias Las aves endémicas de los bosques chilenos, machos y hembras, rara vez difieren mucho en la coloración de su plumaje, dice Willson. En contraste, asegura, la mayoría de los carpinteros pinzones, orioles y muchas currucas de los bosques de Norteamérica presentan coloraciones que difieren claramente entre los sexos.

Reconoce que no está clara la razón que explicaría esta diferencia.

Publicado en El Mercurio 

Fotografía: Manuel Rojas M./ avesdechile.cl

Comparte:
Publicado en Destacados del Editor.