El desafío de regenerar el ruil, el árbol nativo más amenazado de Chile

En 1972, el botánico neerlandés Cornelis Van Steenis describió al ruil (Nothofagus alessandri) como «un fósil viviente». 

Este árbol, el más antiguo de la familia de los robles en el mundo, ha debido librar una verdadera lucha por sobrevivir. Y hoy es la especie arbórea más amenazada de Chile y está en las categorías «en peligro de extinción» y «rara». Muy difícil de encontrar.

«Esto quiere decir que si continúan desarrollándose los mecanismos que la han llevado a este estado de conservación (principalmente acción humana), podría desaparecer y junto con ello todos los elementos que conforman este sistema», advierte el doctor Rómulo Santelices, director del Centro del Secano de la Universidad Católica del Maule, quien lidera uno de los proyectos para su rescate.

El ruil —Monumento Natural desde 2007— crece solo en la Región del Maule y apenas quedan 338,9 hectáreas, distribuidas a lo largo de 83 kilómetros en unos trece puntos, desde Curepto por el norte, hasta Empedrado por el sur, siempre bordeando la cordillera de la Costa.

Descrito por primera vez en el año 1926, puede alcanzar una altura de hasta 20 metros con un diámetro de su tronco de 80 centímetros. Sus hojas son caducas; es frondoso, de copa cónica y ramas delgadas.

Una de sus principales características es que necesita luz natural indirecta. «No le gusta mucho el sol», describe Pedro Jara, administrador de la Reserva Nacional «Los Ruiles», creada en 1982, en la ruta Cauquenes-Chanco, a la que llegan cada año unas 5 mil perso- ñas para admirar este árbol. Allí y en Empedrado, en el sector El Fin, suman 24,7 hectáreas bajo protección. Pero, hay otras 314,2 hectáreas en manos de privados (empresas y pequeños propietarios).

Zona elegida

Conaf, en alianza con investigadores, ha realizado diversos proyectos para recuperar el ruil y procurar su reproducción, lo que es todo un desafío. Jara recuerda que una vez se recolectaron semillas que fueron entregadas a universidades locales, donde se lograron 3.500 plantas para reforestar, pero que apenas 90 de ellas lograron sobrevivir.

El investigador español Antonio Cabrera, de la U. Católica del Maule lidera un equipo que pretende crear y probar variadas técnicas que permitan regenerar los bosques de ruil. El experto explica que es relativamente fácil de producir en vivero, con buenos crecimientos (diámetros de 3 a 4 milímetros y alturas que varían entre los 20 y 30 centímetros) en un período de ocho meses.

«El problema con esta especie se presenta en campo, donde el desempeño no es tan bueno, con crecimientos más lentos y bajas tasas de supervivencia. Además, es una especie que necesita sombra parcial para un correcto desarrollo y son pocas las experiencias al respecto», dice Cabrera.

En los jardines de la U. Católica del Maule, individuos de 14 años han alcanzado un diámetro de 20 cm con altura de 15 metros, «pero hay que considerar que crecen en condiciones de jardín, no en condiciones naturales».

Algunas de las formas de recuperación del ruil son la revegetación o el enriquecimiento, técnicas que en ambos casos apuntan hacia la restauración o rehabilitación de estos bosques. Para el académico, en estos casos, la calidad de la planta que se transfiere es un factor prioritario y fundamental a considerar.

El doctor Santelices destaca la importancia de preservar el ruil, ya que es una especie con características muy especiales: por ejemplo, no es parasitada por hongos, y posee una calidad de madera comparable e incluso superior a la de otras especies nativas chilenas.

Publicado en El Mercurio 

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Publicado en Destacado del día, Sala de Prensa.